Leopoldo Fernández
» Tres Patines «
Esta columna se engalana hoy con la presencia de un comediante excepcional, alguien que hizo reír por años a distintas generaciones de cubanos e hizo del humor todo un estilo de vivir. Leopoldo Fernández no era como tantos un cómico de la legua o un comediante más de aquellos que se apoyan en libretos y una vez fuera de ellos, pierden su encanto. Leopoldo ERA la comicidad misma.
Esto nace con el individuo, como en Charlot o Cantinflas, Leopoldo era un cómico natural, el auténtico morcillero*, como son los hombres de nuestro pueblo, de ahí su identificación total con los públicos y su permanencia entre nosotros como una de nuestras máximas figuras”. Una estrella en el Paseo de la Fama en la Calle 8 de Miami, junto a otras renombradas figuras del exilio cubano, como Fernando Albuerne y Olga Guillot, así lo atestigua.
Leopoldo Fernández tuvo durante su carrera varios nombres: Chegoya, Cuatro Kilos y Pototo (para una serie radial) en que hizo pareja con Aníbal del Mar. Este cronista recuerda haberlos visto en Olé Cuba, una película en blanco y negro en donde interpretan la guaracha “Ahorita va a llover” (Ay qué calor, parece que va a llover, ahorita va a llover…). Aunque Leopoldo Fernández era hombre atildado y de pulcritud en el vestir, adornaba sus creaciones con un sombrerito de paja, un delgado corbatín y sacos con rayas verticales gruesas que le daban un toque de aristocracia.
Esta fue la misma indumentaria que llevó inicialmente a la radio cuando el ingenio y la agudeza del comediógrafo Cástor Vispo, dieron origen a la inolvidable serie “La Tremenda Corte” que haría internacionalmente conocido a Fernández, entonces bautizado como “Trespatines”, un personaje cínico y deslenguado –pero gracioso–, sobre el cual giraba la trama de todos los episodios creados por Vispo. Un detalle curioso es que Leopoldo se pintaba la cara como negrito, a pesar de que el programa era transmitido por radio y el público NO PODIA VER al personaje. Con los años, cuando ya el programa se hizo para televisión y en otros países, dejó de pintarse sin que ello restara un ápice a su comicidad. En su primera etapa, el programa se transmitió por la RHC Cadena Azul y posteriormente, por la cadena CMQ, de La Habana.
De la pluma de Vispo saldrían las hilarantes situaciones y los personajes que rodearon a Trespatines en el tantas veces imitado y jamás igualado programa que se conoció igualmente en nuestros países (interpretado por actores y modismos locales, pero con libretos llegados desde La Habana, junto a las aventuras de Chan Li Po, el genial detective chino, y ese melodrama, lejano antecesor de las ‘lágrimonovelas’ actuales, llamado “El Derecho de Nacer”, de Félix B. Caignet). Entre aquellos se recordará a Aníbal del Mar (El Tremendo Juez), Adolfo Otero, Julito Díaz, Jesús Alvariño, Julita Muñoz y la inefable “Nananina”, recreada por Manuela “Mimí” Cal, mujer de Trespatines por varios años y de quien después se divorció, aunque siguieron trabajando juntos en el programa con las inevitables situaciones de rompe y rasga, naturales entre quienes han sido fuego y ahora sólo guardan rescoldo.
A pesar de su aparente y escasa apostura física, la vida amorosa de Trespatines fue, a decir de sus amigos, bastante variada. “Era un tipo simpático y famoso, a quien le gustaban los buenos trajes, el café con leche y las mujeres bonitas”, además de Mimí, a Edelmira González, quien finalizara sus días ingiriendo una sobredosis de pastillas, y a su última esposa, la puertorriqueña Vilma Carbia, animadora del programa de televisión “Rendesvouz” y ex-esposa del empresario cubano Tony Chiroldi. “Fuera de esto, de su gusto por la mecánica automotriz y de ser un hombre espléndido con los amigos, a Leopoldo no se le conocieron vicios de juego o licor”. Se sabe que en Miami reside uno de sus hijos, Leopoldo Jr., quien fue bailarín y en Puerto Rico, otro del mismo nombre, conocido como Leopoldo “Pucho” Fernández, quien siguiendo las huellas del padre se hizo también comediante y es una figura reconocida en el ambiente artístico de la isla.
Una anécdota habla del día en que, durante una temporada en el antiguo Teatro Nacional de La Habana en 1961, Pototo y otro actor revisaban un archivo de fotos de los presidentes de Cuba para instalarlos en la pared. El otro actor mostró una foto de Batista y Leopoldo le dijo: –A éste lo botas… El actor siguió sacando diferentes figuras de políticos y finalmente, el ayudante sacó una foto de Fidel Castro. Leopoldo la miró, la mostró al público y dirigiéndose a la pared, dijo con su habitual socarronería: –Déjame que a éste lo quiero colgar yo…
El chiste, que en su momento tuvo gran difusión y fue repetido en todas partes, concluía afirmando que esta frase fue la que obligó a su detención y posterior salida de Cuba hacia el exilio en ese mismo año. La historia fue desmentida después en Miami por el mismo Fernández, quien, cuando escuchó la versión de labios de un asistente al teatro durante la citada función, solo comentó: “Caballero, si yo hubiera hecho y dicho aquéllo, no estaría ahora aquí contando el cuento…”
Pero nosotros sí estamos contándolo ahora, a guisa de homenaje y con motivo de cumplirse 14 años del sensible deceso del artista que llenó de alegría y carcajadas los teatros y las noches cubanas en tiempos que se nos antojan mejores.
Leopoldo murió en Miami el 1l de noviembre de 1985, pero su personaje Trespatines anda por ahí, en atardeceres y charlas de café de la Pequeña Habana incrustado en la memoria de los nostálgicos, que parecieran cumplir una sentencia del Tremendo Juez y su Tremenda Corte: la de recordarlo por siempre.
Humberto Vinasco
( Publicado por Vista USA Magazine )
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